Horario del Museo
Martes a Sábados
- 8:30 AM - 5:00 PM
Domingos
- 9:00 AM - 5:00 PM
Museo de la Altagracia, manifestación religiosa y cultural de la primera devoción mariana de América
Seis salas resumen la historia y la esencia de la religiosidad dominicana
El Museo de la Altagracia Alejandro E. Grullón E. Es la historia de un rescate cultural, una iniciativa público-privada que pone en valor una destacada porción del patrimonio nacional, donde el visitante conocerá un legado artístico que data de la época de la colonia y que permanece vivo en los dominicanos. Se trata de un viaje por la devoción mariana más antigua de América, que enaltece las raíces de la fe cristiana en el Nuevo Mundo.
Este reciente aporte museístico es un testimonio histórico, es arte colonial, es el sentir religioso del pueblo; en definitiva, es una muestra de la identidad dominicana. Una invitación a conocernos y a reconocernos, a partir de la tradición y el fervor religiosos, que han moldeado buena parte del devenir nacional de los dominicanos.
Huella de Dios en Santo Domingo
Las devociones marianas de la Europa latina y de España en particular han dejado una importante impronta cultural en América Latina. Cada una de esas devociones tiene una historia que refleja la identificación de los pueblos latinoamericanos con el cristianismo. En el caso de República Dominicana, se da la particularidad de venerar la figura de la Virgen bajo dos advocaciones: la de las Mercedes y la de la Altagracia. Esta última es la de mayor devoción y la más visitada por los dominicanos.
Por decisión pontifical el 14 de julio de 1920, el Papa Benedicto XV autorizó la coronación de la imagen de Nuestra Señora de la Altagracia, la cual se realizó el 15 de agosto de 1922. El Papa Juan Pablo II la coronó personalmente en enero de 1979, en su primer viaje al continente americano.
Un museo en Higüey
Salvaleón de Higüey fue siempre lugar de peregrinación para miles de creyentes y, en los últimos tiempos, también de turistas que buscan de atractivos culturales y espirituales para enriquecer su visita a nuestra isla.
Desde el mes de julio de 2012, el polo turístico de la región este cuenta con un lugar que salvaguarda una parte considerable del patrimonio artístico y religioso de nuestro país: el Museo de La Altagracia conforma y da pleno sentido a la oferta cultural disponible en esta región.
El 9 de junio de 2009 se puso la primera piedra a esta obra, cuya aspiración principal es proyectar internacionalmente la devoción de miles de dominicanos por su patrona, entendiendo el aporte cultural que los tesoros altagracianos suponen dentro del mapa de la fe católica en el mundo.
El espacio museístico viene a dar cumplimiento a una recomendación del Papa Juan Pablo II. En diversos documentos, el Santo Padre había insistido en la necesidad y urgencia de realizar el inventario y catalogación del patrimonio histórico de la Iglesia, como herramienta para difundir y explicar el mensaje cristiano. Como se lee en la carta circular “La función pastoral de los museos eclesiásticos”, del 15 de agosto de 2001, “la fe tiende por su propia naturaleza a expresarse en formas artísticas y en testimonios históricos que entrañan gran fuerza evangelizadora y valor cultural, a los cuales la Iglesia debe prestar la máxima atención”
La edificación se levanta en la esquina nordeste de los terrenos de la Basílica de Higüey, en un área de unos 9,000 metros cuadrados. Es una construcción moderna y minimalista de un solo nivel, diseñada en 1,560 metros cuadrados, con varios cuerpos articulados por un vestíbulo central.
El proyecto estuvo a cargo de la Comisión de Seguimiento a los Trabajos de Remozamiento y Mantenimiento de la Basílica de Nuestra Señora de La Altagracia, encabezada por monseñor Gregorio Nicanor Peña, obispo de la Diócesis de La Altagracia, y el señor Alejandro E. Grullón E., gobernador de esta comisión, creada por decreto presidencial.
Seis salas para una visita guiada
El visitante puede llegar al museo directamente desde la Basílica o desde la avenida La Altagracia, hasta una rotonda techada que señala la entrada. De inmediato, accede a un vestíbulo que cuenta con un área de recepción, salas espera y una tienda especializada en arte, artesanías y recuerdos del museo.
El diseño del edificio es el arquitecto Pedro Borrell, la investigación de arte y museología estuvo a cargo del profesor argentino Sergio Barbieri y la museografía es responsabilidad de los señores Carlos León y Jorge Ruiz, ambos de nacionalidad española.
En la parte posterior, se localizan las salas de exhibiciones, las cuales están sectorizadas en seis salas y un salón de exposiciones temporarias.
La primera sala
El recorrido inicia contando al visitante la historia de la Virgen, narrando los hitos destacados de esta devoción mariana desde 1506, donde se ubica la llegada del lienzo con su imagen a la isla, procedente de la región de Extremadura, en España. Fue traída por los hermanos Alonso y Antonio Trejo, nativos de Placencia, quienes llegaron aquí en 1506. Ellos se cuentan entre los primeros pobladores españoles de la isla, luego de la llegada de los europeos a América.
Una serie única
La segunda sala es la Sala de los Medallones, donde se exhiben 16 óleos ovalados pintados en el siglo XVIII por Diego José Hilaris, narrando en cada lienzo los prodigios más significativos de la Virgen. Estos 16 óleos sobre tabla, pintados en el último tercio del siglo XVIII, son los que se lograron conservar de un total de 27. Cuentan que fueron realizados a pedido del párroco del santuario de aquella época. Esta es una serie única de pinturas en República Dominicana, por su temática, su calidad pictórica y por conocer su autoría.
Se trata de una de las salas más celebradas por el público visitante. Estos dieciséis medallones fueron restaurados durante un período de dos años en talleres de restauración instalados en Santo Domingo y también aquí en Higüey.
La puesta en valor de estas obras pictóricas, así como de otras de origen cusqueño y de la imaginería que se exhibe en el museo, ha significado, durante el proceso de restauración, remover barnices oxidados, la recomposición de faltantes y el fortalecimiento de varias estructuras.
Una de las pinturas que causa un mayor impacto es la número dos, el medallón más grande y quizás el más interesante de todos. En su leyenda cuenta cómo la Virgen muestra su deseo de permanecer en Higüey: “La imagen de la Virgen desapareció de un cofre en el que fue transportada desde Higüey hasta la Catedral en Santo Domingo y volvió a aparecer en Higüey. Luego de esto fue enviado un representante de la Iglesia a construir el antiguo santuario de Higüey… el primer santuario mariano de América”.
Arte sacro y Sala del Tesoro
La tercera sala se dedica al arte sacro. Aquí se muestran pinturas de la escuela cusqueña del siglo XVIII, pinturas dominicanas, imaginería y otras piezas de carácter religioso.
En esta área, el visitante observa de cerca imágenes mostradas en actividades señaladas de la cotidianidad religiosa (procesiones, sacramentos, etcétera), a través de figuras modeladas que describen, de manera muy sentida, significativos momentos de la fe cristiana. Tal es el caso de la imagen de La Dolorosa.
Las vestimentas que llevan estas imágenes fueron creadas con una singular intención de mostrar en detalle el uso y tratamiento de telas o adornos de las épocas citadas.
Entramos en la cuarta sala, la llamada Sala del Tesoro. Allí se exhibe el importante patrimonio de la Basílica, integrado por más de 60 piezas de platería de los siglos XVII al XX. Se trata de auténticas joyas de la orfebrería local y de otros países de América. Se destacan, entre otras, un incensario del siglo XVII, la sacra de la Consagración, de 1757; el manifestador, del siglo XVIII y el portaviáticos de oro y esmeraldas, de 1779.
El Trono Procesional es una de las piezas más comentadas. Fue un diseño de 1811, que se ha remozado con motivo de la apertura del museo. Allí se coloca la imagen de la Virgen de la Altagracia durante las festividades sacras del 21 de enero.
Llegamos así a la quinta sala, la sala de la Basílica. Allí se destaca la historia particular del santuario colonial y de la Basílica actual. Aquí se exhibe la Bula Papal, que nombra basílica menor a la Iglesia de Higüey, así como también los planos, maquetas y perspectivas del actual templo.
Los exvotos: gracias materiales confeccionadas por artesanos de la fe
Las últimas salas se reservan para los exvotos. Se trata de manifestaciones materiales de gratitud por los favores recibidos de parte de la Virgen. Los miles de exvotos o promesas conservados en el santuario son testimonios tangibles de la fe de los dominicanos. Esta costumbre milenaria no ha perdido vigencia y ha llegado hasta la actualidad.
Los exvotos generalmente son confeccionados en plata y oro, aunque también los hay realizados con habilidades diversas y en los más variados materiales. Todos han sido eficaces muestras de agradecimiento y responden a distintas épocas y concepciones artísticas. Constituyen, en su conjunto, la manifestación de la fe a través de la historia. El canónigo Luis Gerónimo Alcocer cita el dato de que en 1650 los peregrinos hacían pintar sus ofrendas en los muros de la iglesia.
En este espacio, el más grande, se expone una síntesis de las miles de ofrendas a la Virgen. También se exhiben imágenes fotográficas que muestran en detalle la habilidad e imaginación de los artesanos de la fe que confeccionan estas ofrendas.
Espacios para exposiciones, encuentros culturales y esparcimiento
Sumados a las salas de exposición permanente, el Museo de la Altagracia ofrece al público una diversidad de espacios que albergan exposiciones temporarias o itinerantes de arte sacro, artesanías y muestras de géneros artísticos de alto contenido cultural.
Cuenta también con una sala multiuso con capacidad para 70 personas y una biblioteca-mediateca, donde el público tendrá acceso a los últimos avances tecnológicos de la informática y los medios de comunicación, brindando acceso a otros museos, exhibiciones y bibliotecas. Este servicio será de gran utilidad para los estudiantes de la región.
Tras recorrer las galerías del museo y empaparse de la historia, el arte y la religiosidad que atesoran, el visitante llega a una terraza descubierta desde la que se contempla el paraje circundante, rodeado de palmas reales: el gozo de una magnífica vista de los jardines y de la Basílica que, con su monumental arquitectura, sigue dominando el paisaje.